El origen del yogur tiene que ver con la necesidad constante de los seres humanos de conservar la leche. Este producto lo encontramos hace cinco mil años en Sumeria (el actual Irak), cuando transportaban la leche con sacos hechos con animales.
El cuerpo del animal traspasaba el calor a los recipientes de cuero y las bacterias ácidas de la leche se multiplicaban. De esta forma la leche se convertía en yogur. Pero no fue hasta el siglo XX que su consumo se hizo popular en Europa gracias a un microbiólogo ruso.
Al principio se vendía en las farmacias como un medicamento más, pero con la industrialización se consolidó como un postre, mientras que en Oriente se utilizaba para el desayuno, almuerzo y cena, nunca como postre.
Gracias al rico contenido en calcio y la baja aportación calórica, el yogur se ha convertido en toda una fuente de salud: para la flora intestinal, refuerza la salud de los huesos, ayuda a controlar el peso y refuerza las defensas del organismo en situaciones de estrés o fatiga.
Estas cualidades se deben al ácido láctico. Es más fácil digerir un yogur que un vaso de leche. Además, es más sano cocinar el yogur para hacer salsas o mousses que cocinar con nata, ya que reduce la ingesta de grasa y supone más absorción de sales minerales y vitaminas.
Es un alimento que se puede utilizar tanto para platos dulces como salados; por ejemplo, para acompañar la carne, convertido en salsas para las ensaladas o mezclado con cualquier tipo de fruta cortada o seca.
Yogur en casa
Si desea saber cómo hacer yogur en casa sin usar una yogurtera, aquí te dejamos una serie de consejos para que no haya ningún problema:
·Compra un yogur natural, 900ml de leche y 100ml de nata si lo quieres muy cremoso (si no, sólo 1l de leche).
·En un bol se debe mezclar el yogur con 50ml de leche y reserva. Calienta el resto de la leche y la nata hasta que llegue a los 39-45ºC.
·Si supera esta temperatura, se matan las bacterias del yogur y ya no sirve.
·Retira del fuego y mezcla la leche con el yogur reservado, revolviendo suavemente (pero de forma constante) para que se integre.
·Se debe poner en vasos de vidrio y tapar con papel de aluminio. Otra opción es tapar los botes con lana porque así se mantiene el calor.
·Es preferible hacerlo por la noche porque que el yogur necesita ocho horas de reposo, las bacterias necesitan fermentar.
·El horno debe ponerse a 50ºC durante 10 minutos, apagarlo y poner los yogures.
·Después déjalos tapados dentro de un recipiente al lado del motor de la nevera, para que desprenda calor.
·Una vez hechos, ponlos en la nevera unas horas para coger más cuerpo.
Sucedáneos de yogur
Si no te gusta el yogur, os mostramos dos productos que se parecen mucho pero que no son yogures.
Kéfir
Es leche fermentada que tiene su origen en las montañas del Cáucaso. Es una mezcla de bacterias y levaduras que viven en simbiosis.
Una vez está fermentado (en agua o leche), se transforma en una bebida parecida al yogur pero más ácida.
Es muy digerible, regula el sistema digestivo y restablece la flora intestinal.
Además, es recomendable para la anemia, los problemas renales y hepáticos, el asma y la bronquitis.
Es ideal para acompañar una ensalada de verduras o de frutas.
Ayran
Es otra bebida láctea muy popular en Turquía, Armenia, los Balcanes y Oriente Medio.
Está hecha de yogur de leche de oveja y agua fría, y dependiendo de la zona se puede añadir sal, ajo u hojas de menta.
Es una bebida que te la puedes tomar bien fresquita o caliente.
Dependiendo de la época del año.
Con ella se pueden hacer elaboraciones como batidos de cacao o de frutas.
Puedes ver la receta en el blog pulsando en el siguiente enlace: Un repaso por los yogures y sus variedades.
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